miércoles, 6 de septiembre de 2023

Quedaron en el barro claras huellas de neumáticos y de aceite de motor del que un buen sabueso hubiera podido certificar hasta la marca; pero llovió durante el día, las huellas se borraron y nadie quiso investigar aquel milagro adelantado en varios siglos a las desvergonzadas formas de la modernidad

 




Dícese de aquel famoso bandolero

-aunque de andanzas solitarias- que asoló con su desenvoltura

la costa cántabra de san Vicente, abriendo sucursal volante

en parroquias menores para atender a la logística

y garantizarse la intendencia en las fulgurantes razias

que de vez en cuando desplegaba,

de él se dice que era un miedoso enamorado de la soledad,

que encargaba novenas al capellán de san Andrés

para obtener una crucifixión menos violenta

que la que tuvo el santo,

y aún se añade en la posdata que renunció a su herencia

donándola a un alfoz de la alta Liébana,

tratando de granjearse el beneplácito del monumental cenobio

donde sus padres le dijeron que había sido bautizado.

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