Eso es todo
lo que debes hacer, dejar el brazo
como exento de ti, acomodado a la sintaxis
del complicado análisis, buscar la vena,
la oración, la rama, el puño que boquea.
cerrar y abrir, la sangre
fugaz como el mercurio y el deseo
de pasar la página, apriete ahí, el apósito,
la manga y el presagio
que se queda en el tubo de cristal
tras ese código de barras
que se supone que es tu nombre.
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