jueves, 14 de diciembre de 2023

Cada mañana el rey se sentaba en el trono a supervisar cualquier detalle de los ensayos para la gran matanza; él era conocido como Herodes el grande y algo descomunal giraba en torno a él porque las aguas del Jordán se contagiaban del color rojo de su túnica cuando visitaba el territorio para mostrar al mundo el precipicio de su poder abominable

 



                       y así, pasito a paso, llegó a dejar sin llanto sus dominios,                  

                      lo mismo que en Guernica no quedó para llorar ni ojo ni garganta



Deja ahí la espada

y emplea el mismo trapo

con que te secas el sudor para limpiar la sangre

que oscurece su hoja,

es sólo sangre de animal

al que dejaron adoptar la forma 

de la raza elegida por Yahvé para renovar el mundo,

ellos son tantos que podrían ahogar nuestros jardines

como la arena del desierto,

que mueran antes del amanecer,

que no distingan el día de la noche

y que su llanto

llegue a confundirse con el aullido de los perros.

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