Sufre esa barca,
su costillar abierto, nidos de algas
en su corazón,
en otro tiempo tuvo nombre,
un gajo de luna negra que de noche
destellaba en el azogue
ceremonial de la marisma,
la llamaban Demetria y mantenía
esa discreta vigilancia
de los perros viejos varados en el porche
que siguen exhibiendo
su esponjoso volumen
para demostrar utilidad.
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