viernes, 29 de diciembre de 2023

Se quedó sin cuerda aquel reloj de la campaña, tras la batalla se encendía un fuego sacrificial y se quemaban plantas medicinales para aliviar dolores a los que esperaban sepultura o fuego; el dolor apenas se escuchaba salvo en la parquedad de la memoria que no dejaba hueco hacia el pasado; mañana, con la misma niebla, con iguales enemigos y similares armas se daría un paso más; a nadie se le confiaban los secretos miedos y era tenido por cobarde quien exponía la estrategia sin gritos y sonoras risatadas

 




Tengo aún los ojos

en ese memorial, algunas veces

el fósforo dormido prevalece sobre la oscuridad.

se puede ver un verbo, siempre el mismo,

escrito en la portada del cuaderno

dentro de un círculo de hojas de laurel,

un profesor me preguntó por aquel símbolo

y me obligó a ofrecerle una completa traducción.

lacessit,

una singularidad indicativa y solitaria,

no hay daño en el futuro, sólo algunas cicatrices

endurecidas y alejadas del alboroto de la sangre,

yo recordé un pasaje liminar de bello gallico

escrito en la corteza de abedul

bajo el que César se sentaba a descansar tras la batalla,

sus sueños alejándose con el rumor del agua

pero en la cera blanda persistía 

aquel verbo coronado de helechos verdes

con gotas de sangre forastera

que yo traduje así: nadie en mi casa me hizo daño.


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