miércoles, 6 de diciembre de 2023

Nadie va a decirme lo que debo hacer, no admito réplicas ni pareceres que a nadie le he pedido, las cosas son así, se puede desconfiar, se puede incluso prolongar una evidencia que niega los avances de la lógica; lo que no voy a hacer es sonreír como aceptando un salario menor para hacer frente a tan desaforado sufrimiento; el mar sabe de qué hablo

 




Recostado ahí,

en la barandilla con mirada al puerto,

su impermeable reluce con el sol, en su sombrero

quedan restos de lluvia y de salitre y puede que algo de cansancio,

espera la llegada de otro barco, en los anteriores

no venía él, quizá la niebla de las primeras horas

o sus ojos ya viejos, la costumbre de saludar desde la orilla

y reconocer el mismo gesto, no la indumentaria 

ni los compañeros de tripulación,

no le llega su olor, el aire está tan saturado que no sabe

si es temor o desconfianza, o su ancianidad vacía

sin ese apoyo familiar que le releva de tareas fatigosas,

una plata que ya no ganará mirando el vientre de los peces,

irá solo hasta el gran ventanal de la taberna,

se apoyará en el borde mojado de una mesa y elevará las manos

como hacía con los remos para honrar a aquellos

que ya no bajan a tomar el vino.


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