Podría suceder
que un día claro saliéramos al mar,
tú, experto en remos y en miradas al engañoso rizo de las aguas,
yo, en el banco de popa, como escrutando espacios,
volaríamos bajo, rozando el calendario de la espuma,
la gran ola azul de Kanawaga con el dedo final del monte Fuji
señalando al cielo,
"amigo mío, la sangre sacudiéndome el corazón,
la tremenda osadía de la rendición de un momento
que una vejez prudente jamás puede retractar,
por esto, y tan sólo por esto, hemos existido",
nadie en su sano juicio podría desmentirnos
una vez dados al mar, nadie hablaría de nosotros
como de esos viejos pescadores que se atreven
a regresar a puerto con la espina desnuda del gran pez
y los cantos rodados de los años tirando de sus pies
igual que el lastre con que se premia a los ahogados
para que vayan a sentarse en la arena del fondo,
lo más lejos posible de la repetición y la nostalgia,
eternamente condenados a escucharse a si mismos.
(") T.S.Eliot
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