Un can que se confunde con la niebla,
se asoma a la alambrada como un símbolo, muge
recordando la camada donde aprendió a ladrar,
ahora sin embargo domina cuatro idiomas,
el menor el que nace de la cola, un remedo del braille
que pone virgulillas sobre las vocales imposibles,
el buen acento y la pronunciación se asocian
a un aprendizaje superior, a la asistencia
al góspel parroquial o a la intervención en bandas clásicas
en las que nadie reconoce su verdadera raza,
todos falseando el pedigrí y rozando casi
el ridículo arrastre de finales,
hay algo que siempre quise comentarte, perro,
nunca disimules tus orígenes, a estas alturas
nadie espera de ti que reproduzcas
la gran coordinación que demostraron
con el rebaño tus ancestros,
de ti se espera la gracia del ladrido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario