No estaría mal que ahora
volviéramos la espalda y camináramos despacio
hacia la telaraña del pasado,
qué más da? el vuelo de la campana del reloj,
las uvas, el veneno dorado del champán
para desear un tétrico desierto y malestar climatológico?
o brindar a ciegas y pronunciar por lo bajini
un maleficio abierto a actualizaciones digitales
con una pizca de estupidez artificial,
-la otra ya vive con nosotros-,
algo siniestro como el afán del corazón, el lado izquierdo
cambiado de lugar, lanzado al mar
en busca de argumentos para continuar viviendo,
yo dejo mis sandalias en la playa,
caminaré sobre las olas
y al llegar a la otra orilla del Mediterráneo
romperé el candado de la aduana
antes de caer agujereado por un millón de balas,
qué despilfarro militar para un solitario desplazado.
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