Regreso al interior de la ciudad,
vengo cansado, con el ánimo triste,
cualquier palabra de amistad será bien recibida,
aunque si pudiera elegir preferiría el silencio
que coincide con mi apático sentir,
los arrabales miran con gesto indiferente,
toleran que alguien venga aquí a buscar
esas flores vulgares que ni siquiera huelen bien
ni sirven como adorno en los jarrones,
no sé si llegaré al final, temo a los perros
que arrastran su miseria por aquí, me miran
con brasas en los ojos y escupen como arena su ladrido,
pero lo intentaré y si llego podré desafiar mi propio miedo
y contestar a Shakespeare su pregunta:
"¿cómo ante esta rabia podrá la belleza defenderse?"
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