El muro se construyó
sin nuestro permiso y se elevó su sombra entre nosotros
como si fuera el divisor entre el día y la noche,
de nada sirvió que abriéramos pequeños agujeros para mirar
o que subiéramos al cercano monte
para alcanzar el otro lado con el furor de nuestras piedras,
parece que alguien ha detenido el tiempo,
y llama la atención
que ningún perro se acerque al hormigón para mear,
acaso no lo vean y sólo exista para nosotros
como el envoltorio innecesario de un regalo que ya nadie practica.
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