De ti he guardado un solo recuerdo,
tu piel de seda envuelta en nailon,
aquel cristal antiguo que volaba
y nos dejaba un rastro de purpurina entre los dedos,
te recuerdo así, tan húmeda, con las perlitas de sudor,
tan manadora como peñasco de égloga, las manos
hacia la nuca, sujetando el pelo a modo de palmera,
lo amarillo eran dátiles, un dulce fruto de tu vientre
y lo demás un bucle amotinado, un temblor
de carne amenazada por no sé qué enemigo de la castidad
que había conseguido perforar el cascarón leñoso
de una canción antigua de los Rolling,
como si fuera una polilla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario